Periferias apoya los actos del 3D “NO A LOS FOSFOYESOS”
El 3 de diciembre tendremos ocasión de expresar nuestro rechazo a la permanencia de las balsas de fosfoyesos y otros residuos contaminantes en el estuario de los ríos Tinto y Odiel, a escasos 500 m de la ciudad de Huelva. Para ese día está convocada una multitudinaria manifestación de la que os iremos informando en breve.
Permitidnos unos breves comentarios acerca del debate sobre las balsas de fosfoyesos de Huelva y el riesgo que representa el fenómeno de la licuefacción y el colapso de los fangos sobre los que se asientan.
La licuefacción es un proceso que pueden experimentar los terrenos sumergidos ante el aporte de energía, de forma que pierden, durante un lapso de tiempo relativamente corto, la compacidad o cohesión que los hace mínimamente firmes.
Un caso muy conocido de este fenómeno es lo que producimos en la arena de la playa al buscar coquinas. La energía del movimiento de nuestros pies hace que la arena pase de un estado más o menos compacto a otro cuya consistencia es la del merengue. Consecuencia: notamos cómo nos hundimos mientras recogemos del sopicaldo arenoso las coquinas… si las hay.
Pues bien, el terreno que está debajo de las balsas de fosfoyesos es marisma fangosa e inundada, como corresponde al estuario de los ríos Tinto y Odiel. Ante un aporte de energía, y ello lo puede producir, por ejemplo, un seísmo de grado no demasiado elevado, su poca compacidad puede desaparecer, como por encanto, y transformarse en puré aguado. Es el mismo proceso que el caso de las coquinas, pero en esta ocasión lo que se hunden son los fosfoyesos, y éstos, mezclados con el puré marismeño, migrarán hacia donde más fácil lo tengan. En resumen: un desastre ecológico de dimensiones difícilmente imaginables.
Si, además, el terreno sobre el que se apoyan los fosfoyesos presenta fallas, es decir, roturas estructurales de las capas del terreno debido a fuerzas geológicas, quiere decir que son aún más sensibles a que, ante un seísmo, se produzcan movimientos del terreno según las líneas de falla, multiplicando el aporte de energía transmitido al terreno y que, por tanto, aparezca la licuefacción, entre otros fenómenos. Es el caso del papel higiénico: rompe por la línea de puntos ante nuestra energía, de tracción en este caso. Y tengamos en cuenta que bajo los cauces del Tinto y del Odiel existen tales fallas.
Tampoco hace falta que llegue un seísmo: el propio peso de los vertidos es una amenaza, pues existe otro fenómeno que puede darse en este tipo de terrenos, que es el colapso. Si las presiones producidas por dicho peso sobre el terreno superan las propias que lo mantienen compacto, éste rompe disminuyendo su volumen y, por tanto, el sistema se hunde. Y no pensemos que el colapso es un fenómeno necesariamente súbito. Puede ser lento y, quizás, es lo que se está produciendo ya, migrando los residuos al exterior a través de las zonas o canales de rotura que actúan como sifones. O sea, que no hace falta que llegue un seísmo o un tsunami; el riesgo de colapso existe y, me temo que se esté produciendo ya.
Un ejemplo conocido de las consecuencias del fenómeno de la licuefacción (y, por tanto, relacionable con los fosfoyesos) es el que puede experimentar un edificio cimentado mediante pilotes en terreno fangoso. Los pilotes se barrenan o se hincan hasta que llegan a empotrarse en un estrato firme y, como si fuera un palafito, consiguen soportar el peso del edificio. Para pilotes muy profundos, o sea, muy esbeltos, hay que tener en cuenta el efecto del pandeo, es decir, lo que le pasa al bastón de Charlie Chaplin -Charlot- cuando camina: se comba ante su peso. Si la comba es muy pronunciada, el bastón puede romperse, y Charlot se iría al suelo. Pues bien, los pilotes son como “bastones”, largos y estrechos, sólo que están sujetos lateralmente por el fango, por lo que no pandean. Pero si a ese fango se le aporta energía (un seísmo, por ejemplo), ya sabemos lo que puede pasar: el fango pasa a sopicaldo y no es capaz de sujetar lateralmente los pilotes. Consecuencia: los pilotes pueden pandear y… saquen sus propias deducciones. Por ello, para determinados terrenos hay que realizar estudios específicos que garanticen la estabilidad de los edificios cimentados mediante pilotes ante el efecto de la licuefacción producida por un posible seísmo.
Sentimos la “chapa” que os hemos soltado, pero creemos que, expresada así, llanamente, puede aportar puntos de vistas para formarnos una opinión más precisa sobre lo que está en el debate sobre las balsas de fosfoyesos de Huelva, independientemente de su consideración como residuos altamente contaminantes, que lo son. Y mucho.
[Imagen superior: balsa de fosfoyesos en la margen derecha del río Tinto, junto a la ciudad de Huelva. Fuente: ABC de Sevilla. Si pulsas sobre ella accederás a un video]